La nostalgia: refugio de los instantes perdidos

Al transporte que te lleva al pasado de una forma genuina se le dice nostalgia. El olor de una persona, el sabor de un café, una carcajada, una melodía, una palabra, un silencio, un objeto, una primera vez, una última vez; un presente lleno de recuerdos con sensaciones que nunca vuelven de la misma manera.

Me persigue estos días, como si se abriera una colección infinita de botellitas, cada una con un sentido guardado y rotulado con un instante. Me transporta, pero su esencia es la bondad y no me trae tristeza, porque parece cierto eso de que “todo tiempo pasado fue mejor”, aunque haya sido doloroso y cruel. Lo especial de la nostalgia está en los detalles: en una realidad llena de estímulos, elige uno diminuto, casi invisible, y lo guarda con esmero.

De una lucha, un abrazo que llenó de fuerza. De una tristeza, la primera carcajada después de las lágrimas. De una angustia, el palpitar de la esperanza por una solución. De un amor, una mirada. De un desamor, un silencio. De un duelo, la última vez. De una conversación, la intención de una palabra. De otro amor, un olor. De otro desamor, una prenda. De un amigo, un café o un helado. De una época, nuestra melodía favorita. Y de mamá, el sabor de su comida.

Aunque cotidianas, no se sienten igual. No tendría gracia y tampoco nos daría la maravillosa posibilidad de viajar al pasado, de sentir en el presente que vuelas sobre ese momento que ya no existe.

Se aconseja vivir el presente sin apego al pasado o ansiedad por el futuro. La filosofía, el existencialismo e incluso las religiones han explorado sobre esto, que parece ser una ficción o construcción mental que hacemos en nuestra línea de tiempo (vida).

Eckhart Tolle dice algo parecido en El poder del ahora, que es uno de mis libros favoritos: “Nada ha sucedido en el pasado; sucedió en el Ahora. Nada sucederá en el futuro; sucederá en el Ahora.” Supongo que tiene razón y que es una de las formas de encontrar o encaminarnos a la anhelada felicidad y de mantenernos aferrados a la realidad de este preciso instante. Pero le atribuyo a la nostalgia la complicidad de volver instantes normales en instantes de refugio para el alma.

Estos días, la nostalgia me ha elevado a terrenos lejanos. Me ha permitido sentir abrazos que ya no puedo dar, oler el aroma natural de quien ya no está en la tierra y escuchar una canción para llevarme a una finquita a la que no le pasa el tiempo, aunque en el presente ya no existe como la conocí. Y sí, aunque sea la mente, con su imaginación infinita, creando imágenes y atándolas a una emoción, son parte de la identidad o, mejor dicho, de la esencia, que no conoce el concepto tiempo.

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