Aclaración: Este sería el capítulo uno de lo que fue mi primer intento de libro hace un tiempo, abandonado por ser sobrepasar los límites de lo que es personal, este primer trocito me encanta porque reconstruye mi identidad. Así como que también es posible que hayan frases que sientan haberlas leído en otros de los textos compartidos en la página, la verdad es que nacieron escribiendo estas líneas.
Una noche
No era el espejo y tampoco era la luz que chocaba contra todo e incluso hacía llamativos los lunares que dejaron de trazar constelaciones y se hicieron un montón de simples pecas, la naturaleza a veces se vuelve inseguridad. La humedad de una ducha caliente recién tomada, chocaba en el reflejo con la temperatura de una noche de enero pronosticada con nevadas; en una carrera donde la claridad fue más rápida que ella al lavarse los dientes y hacer su rutina de piel, se fue dejando ver sus ojos que justo estaban en el momento que más detestaba, ese maldito e incontrolable defecto que le había torturado la vida, que la había hecho batallar cientas de veces entre el agradecer la fortuna de poder ver y la decepción de no ver sus ojos alineados. Era ella en uno de esos días en que lo mínimo hace que se cuestione la existencia y es imposible responder con amor así misma, ante sentires como estos es mejor apagar las luces y caminar pronto a la cama. Sin embargo, ese lunes siendo las once de la noche, estaba vacía y aunque lo apagara todo, el corazón estaba tan roto pero con cada trozo tan vivo que era imposible dejar en la penumbra todo lo que la acompañaba. Pegó los ojos, después de rendirse ante el cansancio de las lágrimas y los suspiros.
Tres dieciséis de la madrugada, los ojos se habían cerrado pero la mente se dió una vuelta por el pasado en solo un par de horas, le despertó el olor a frutos del bosque y canela que no pertenecían a las escenas que estaba viviendo, aunque reales y sentidas como la vida misma, el frío le daban un toque de irrealidad, aquellos momentos los recordaba hogareños y cálidos, se despertó. Coger calor se hizo imposible, casi una hora en el teléfono, luego una infusión de manzanilla, una ida al baño, un par de calcetines gordos y volver a la cama.
Ella soy yo y en aquella larga noche, la vida volvió a sentirse plena, ese sueño le dio contraste y tal vez sentido a unos días difíciles, de esos que quizás un día no recuerde, bendito sea el tiempo que nos abre la ventana de los bonitos sentires. Aunque no había vivido las estaciones, si las había sentido. Como todas las vidas ella también pasa por el ventarrón que se lleva incluso lo que un día fue un bonito jardín. Es de sentires intensos pero volátiles, se batalla entre la libertad de pensares, decires y haceres, y la estabilidad de aferrarse a las cadenas. Y luego estoy yo, que siempre estaré en ella, inocente, un poco tímida, capaz de lograrlo todo, campesina, amante de los columpios, de leer y escribir poemas de amor; correr entre montañas, mirar la noche y a jugar.
Increiblemente bajo el azul noche nos sigue llegando la claridad, aunque la mente se llena de ideas y frases que no son poesía de la más fina, hoy es un gran momento.
Primera Carta
Querida Mari (Desde siempre las cartas han empezado así)
Veo que has crecido sana, hoy llevas una vida tranquila lejos de verse de cómo la llegué imaginar, ni sabía que el mundo era tan grande. Realmente no has cambiado tanto, aunque creía que podrías ser una buena presentadora de televisión porque lo ensayamos muchas veces, entiendo que la vida no es tan fácil como la veíamos antes, se ha truncado el camino, hemos tomado otros rumbos y eso también está bien. Gracias por seguir escribiendo aunque sea en un simple diario y no quede rastro de la que fue una promesa al premio nobel de literatura, gracias por hojear en las librerías los libros para niños que tanto me gustan y gracias por seguir dedicando tiempo a leer aunque en cuestión de días olvides las frases que crees que se convertirán en tu filosofía de vida, me alegra que sigas sintiendo interés por las cosas que tanto disfruto; aunque ya no corres entre montañas, ni puedes disfrutar de ver de repente una vaca, te perdono porque sigues deseando caminar sobre muchas y amando los contrastes del verde campo donde las vacas pintan bonito. Gracias porque me honras cada vez que ves un columpio, te balanceas y lo disfrutas tanto como yo. Gracias porque sigues amando mirar el cielo estrellado y hablarle al sol y la luna como si te escucharan y gracias por seguir pensando en mi cada vez que miras un lugar brillar en la noche. Gracias porque sigues siendo tú, gracias porque sigues siendo tranquila, dispuesta a amar a tu familia, aunque a veces ni tú misma entiendes tus formas de querer.
Ante las circunstancias de la vida y de los dolores que cogieron fuerza después de muchos años, quiero decirte que ya no duele tanto, que lo has hecho muy bien, que si alguna vez me sentí desprotegida y vulnerable hoy me protege una mujer fuerte que no teme enfrentarse ni siquiera a ella misma, sé que sigues batallando la idea de vivir, sé que lo decides cada día, por favor no te rindas, en el fondo recuerda que nos imaginamos llegar a viejas.
Se que descubrimos que las estaciones si existen, que el invierno es tan bonito como se veía en Mi pobre angelito, que en los lugares que nieva no cae nieve todos los días de diciembre y que de verdad hace mucho frío, también se que a veces la vida parece que se congela; el corazón, el fluir, que eso es natural y está bien. Que en el verano hace más calor del que me imaginaba, pero que se respira alegría, que la primavera también solo dura tres meses y que el otoño es la etapa que limpia y se lleva todo lo que ya cumplió su ciclo.
Mari, espero que recuerdes que pedir ser feliz no es demasiado, que sigas decidiendo estar aquí, que si algún día el sol interior se esconde detrás de una nube llenándote de sombras, recuerdes que no le tenemos miedo a la oscuridad y que amamos ver las luces brillar en la noche….
Capítulo I
Un columpio, un amor, un abril
Los cafetales siempre serán un recuerdo a mi infancia, pasaba por en medio de ellos todos los días, cereza de café húmedo en el peladero, café y pasilla secándose en el techo de la casa, café caliente en aguapanela colado en una media y el papá que siempre olía a Café.
Una de mis opciones de vida era haber crecido y envejecido en medio de las montañas, rodeada de cafetales, aire puro, silencio y con la percepción de que el tiempo transcurre lento. Guardo en la memoria el recolectar café vestida de plásticos mientras llovía, aunque años después descubrí que la gente de la ciudad pensaba que la gente del campo se vestían de chapolera* gracias a Dios que no es así en estos tiempos porque no me imagino lo incómodo que sería; así era la vida sobretodo para los papás, trabajar al sol y al agua, comer los tres golpes diarios, arepa, huevo, calentado de frijoles y café a las ocho de la mañana, almorzar a las doce del medio día y comer a las cinco de la tarde.
La carne era un privilegio y el pescado sólo de la semana santa, por fortuna habían gallinas aunque a veces no habían huevos, los sábados generalmente quedaba poco en la cocina, así que el menú siempre era sopa de arroz, uno de esos días se llegó a dividir un huevo entre cinco. Imaginar los detalles de cómo sería la vida si las montañas me hubieran visto crecer, es un dejar volar la imaginación, tal vez hubiera sido una gran campesina, emprendedora criando gallinas y cerdos para vender huevos y lechones, sembrando café, plátano y banano, también algo de cítricos para que haya que vender en diferentes épocas del años, una líder comunitaria defendiendo el campo y arriesgando su vida y la de su familia en defensa del territorio, la vida, el agua, la soberanía del campesinado colombiano.
Quizás ya habría encontrado un buen hombre, echado para adelante, trabajador, que también haya crecido en medio de montañas, podría ser el mismo Pedro, el niño que me gustaba cuando estaba en la escuela. Podría haber comprado una vaca y un ternero para empezar como una ganadera, o habría cuidado de las moras de la tía y podría haber aprendido más sobre frutos y llevar mi propio cultivo, también es posible haber sido una madre joven con un marido que se va al pueblo y se gasta la plata de la comida en trago y no vuelve hasta el lunes, en todas esas posibles vidas seguramente su día empezaría antes de las cinco de la mañana; pero infinidad de puertas se abren al pensar ¿qué hubiera sido de mi si ….?
Sin embargo, era sólo una niña cuando el camino cambió, pero no estaría muy lejos de verse como la silenciosa, tranquila e intranquila vida de mamá y papá por aquel tiempo. La tranquilidad era tener un techo, el pan de cada día, dos o tres gallinas y un gallo para que las pise y no falten los huevos del desayuno o el sancocho cuando llega la visita. El alquiler se pagaba con el cuidar de la finca, la energía y la comida se pagaban con la venta del café recogido en la semana, cuando no había café, pues se ponía difícil la situación, pero el papá siempre resolvía y el agua era gratis en aquel paraíso donde hay un nacimiento de agua dulce en cada rincón de las montañas. Hoy se extraña el agua pura que de aquellas montañas nacía.
Suena el himno nacional en la radio y la mamá me despierta como todos los días de lunes a viernes, es un día de escuela, empiezan los resultados de las loterías en transmisora Quindío y el papá los apunta en un cuaderno, nuestra habitación se conecta con la de los papás, no parece que haya amanecido porque aunque entra luz por las rendijas de madera que forman las paredes de la casa es muy oscuro aquí dentro, si no durmiera nadie sería como la habitación de al lado donde guardamos el trasteo de mi tía la dueña de la casa, ahí viven murciélagos, no muerden ni nada, pero se asustan con la luz.
Alisto mis calzones y ropa antes de bañarme, hace frío, el agua seguro está tan helada como todos los días, salgo de la pieza y camino medio dormida al baño, la neblina no deja ver más que las matas de plátano que están abajo en frente de la casa, pasó por detrás de las materas que adornan el corredor, casi todas son novios de diferentes colores, la mamá dice que tiene buena mano y por eso estan tan bonitos, con cuidado con las tablas gruesas que se blandean con cada paso que doy, me ven pasar por delante unos señores de unos cuadros viejos que no sé quienes son, el toro del almanaque 2006 que pone Carnicería Fama la 20 y don Bristol, creo que así se llama el señor que está en el calendario de la luna.
Aquí como en casi todas las casas está el cristo y una camándula de madera que lo bordea, también hay un único espejo tamaño hoja de block que solo usa el papá para afeitarse todos los sábados antes de irse al pueblo, esas paredes eran blancas pero hace mucho no las pintan y se ven grises, hay muchas telarañas que se han hecho casi imposibles de quitar sin que se rompa el plafón del único bombillo que ilumina el corredor, aunque solo se enciende por la noche, nos quedaríamos a oscuras.
Ya me puse las botas pantaneras, cojo el morral y arrancó montaña abajo por un camino de no sé cuantos minutos unos veinte o tal vez veinticinco, depende de cómo esté el terreno, saludar de paso a doña Elvia, don Pedro, a los trabajadores en medio de los cafetales, ver al loco hablando o alegando solo mientras raja la leña, esquivar vacas, espantar perros y bajar con mucho cuidado de no resbalar por el potrero hasta llegar a la Escuela La esmeralda. En un mismo salón estamos todos los cursos desde transición hasta quinto de primaria, somos alrededor de quince niños de distintas edades soñando muy alto, yo por ejemplo, de grande quiero ser periodista y estar en la televisión, pero los adultos nos dicen que somos pobres y campesinos. Yo estoy haciendo tercero de primaria y Pedro el niño que me gusta está en quinto, él vive con todos sus hermanos y sus papás aquí mismo en la escuela, pero mi papá dice que a esta edad uno no se pone con guevonadas, así que no podemos ser novios ni nada, solo amigos. Mi profesora Luisa se demora mucho tiempo en llegar a la escuela, se levanta a las 4 de la mañana y ella dice que la mitad del camino son trochas y piedra.
Nosotros estudiamos con cartillas por materias y por grados, estudiamos matemáticas, español, ciencias naturales y sociales, mi profe además nos enseña ética y valores, artística e inglés, ella también nos trae música que escuchan en el pueblo y que todavía no llega a nosotros por la radio.
Entre montañas y con el vecino más cercano a más de 200 metros, vivía con mi familia, tan alejados de la vida citadina o como dirían «lejos de la civilización», que no recuerdo ninguna moda o tendencia de aquel tiempo, no pedía nada específico porque no llegaría y básicamente el único contacto que tuve por aquel entonces con el gran mundo del otro lado de los árboles que bordeaban las montañas eran la radio y los dos canales de televisión pública, Señal Colombia y Telecafé, que el clima dejaba ver alguna que otra vez.
Solo importaban tres horas al día, las ocho de la mañana para desayunar e ir al colegio, la una del mediodía que era hora de almorzar y las cinco de la tarde para comer, a las 7 de la noche ya estábamos otra vez durmiendo.
“El porvenir” era un lugar estratégico para cuando se ponía el ambiente de conflicto que azotaba el territorio en ese momento, es por eso que se hizo costumbre cada cierto periodo de tiempo compartir el techo, baño y muchas veces cocina con soldados del batallón cercano que se quedaban por semanas acampando al lado de nuestra casa.
Con ocho años, no comprendía de política, si podía entender que habitaba temor e intranquilidad en mis padres y en los vecinos por la recurrente muerte injustificada y estigma de los campesinos como figuras vinculadas a las guerrillas que hacían presencia en las zonas alejadas del país, hasta que un día nos tocó la muerte cruel de dos vecinos, pelaos sanos y campesinos como nosotros que trabajaban justo en la finca de al lado de la nuestra, su muerte fue anunciada por la radio como dos baja a militantes de la guerrilla y tras una operación militar exitosa que llevó a su deceso en la vereda cumaral del municipio de Génova, recuerdo claramente que hablaron de porte de armas y lo único que llevaban era el machete que todos los campesinos llevan atado a la cintura, por nuestro lado la versión de aquel acontecimiento era que los jóvenes de veintitantos años participaban del bingo en la caseta de la vereda de al lado.
Aunque este hecho no llevó a que pasara lo que pasó por esas fechas se acabo nuestra estancia en aquel rincón de Colombia, el papá aunque era un amante del campo no quería que sus hijas crecieran en medio de una guerra donde al muerto le roban la dignidad, le inculpan delitos, lo convierten en cifras y le desplazan la familia por ser campesino y lo ven como más vulnerable ante la sociedad.
También era muy niña para entender qué es un hogar, cómo funcionan las parejas y reconocer que vivíamos en medio de mucha pobreza, así que el camino cambió, la carne y los huevos seguían siendo un privilegio, la ropa y los zapatos nos llegaba por medio de muchas personas y para mi todo esto fue como un volver a nacer en el pueblo, justo antes de aquel momento donde la vida giró no sé si a mi favor, se guardó no más de quince segundos en imagen y sentires que revivieron en esta noche de invierno.
Al entrar en el baúl de infinitos sentires clasificado por momentos, siendo una niña la felicidad es un columpio, Me columpiaba a carcajadas empujada por el papá que sonreía orgulloso por el columpio de lazo y tablas que él hizo ese día que no tiene fecha ni hora en una rama del árbol de chirimoya de al lado de la casa, olía a tierra húmeda y el atardecer color oro destacaba el verde de las montañas, todo brillaba con la fuerza de un cielo que acaba de ver pasar un fuerte aguacero, las golondrinas pasaron cantando, ya estaba el barranquero que hizo su hogar al lado del nuestro, transmisora quindío sonaba a lo lejos desde la grabadora que teníamos en la cocina, los conejos aún saltaban por el pasto del patio, los perros echados al lado de la mamá que nos miraba fijamente, sentada en las escaleras de tabla que daban entrada a la vieja casa que se sostenía de unas pocas guaduas, mi hermana que era una bebé de dos años, esperaba su turno con un conejo en las manos y como si fuera un clip de par de segundos que se repite en bucle es la única imagen de familia que tengo.
Esta imagen también significa tiempo de calidad, me regalo algo que nunca habíamos tenido y que nunca más tuvimos juntos, aunque hoy agradezco que al menos yo tengo la fortuna de poder describir esa imagen a mi hermana que no tiene recuerdo de lo que fue nuestra familia de cuatro, es un lastima que la pueda visualizar pero no la pueda sentir.
Las personas más importantes de mi vida, el clima perfecto en el lugar perfecto, un segundo, mi infancia.
Segunda carta
Mamá y papá: gracias por aquel instante, gracias por coincidir en armonía con aquellos segundos, gracias por permitirme guardar más que una imagen un sentir que me arropa cuando me siento sola y vacía, gracias porque no hicieron falta besos, abrazos o palabras para demostrar el amor, gracias porque solo en esa alejada vida tuve la posibilidad de aprender a caminar por en medio del bosque, gracias porque en un columpio se esfumaron todas las carencias y gracias por esa recarga de amor para toda la vida.
Han pasado más de dieciséis años y sí, ha sido difícil aprender que no siempre estará esa fuerza del papá empujando, subiendo o manteniendo el ritmo, de hecho hoy ya no está y ha costado reconocer que cuando la fuerza la hace uno mismo y coordina el cuerpo con el movimiento, el columpio también se balancea, que en ese caso soy yo quien debe mantener el ritmo, saber cuando parar, que es normal perder el control y sentir miedo, caer y llorar y que todas estas emociones son inevitables para sentir o volver a sentir la felicidad.
He aprendido a columpiarme la vida y cuando lo logro sigo mirando al costado con la fortuna de que los ojos de la mamá me vean con orgullo. Al lado siempre ha estado la bebé que ya no es una bebé, tenemos la suerte de columpiarnos una al lado de la otra impulsadas por nosotras mismas, el aire y me gusta pensar que a veces es el papá. Cuando nos falta fuerza en el centro para balancearnos nos acompañamos, lo más importante es seguir disfrutando bajo el cielo azul o gris.
Amo como escribes, como transmites como relatas y lo haces sentir todo.. estoy orgullosa de ti y de tu lindo talento.❤️
Soy la mas afortunada porque te tomes el tiempo para leer mis cositas, aunque no sean de tu interés. Gracias por tu existencia. <3
Es en serio ? ..tanto y todo lo que me trasmites, gracias por que puedo sentir cada palabra y verla con cada expresión descrita , te siento con el alma , extraño al papá mencionado , extraño al único que nunca me falló en cada fecha especial .Te amo y admiro , tu talento es un orgullo 💖
Vivi de mi vida, gracias primero por leerlo, gracias por honrar a mi papá con tus bonitos recuerdos aunque haya pasado tanto tiempo, siento un amor infinito por el revivir de nuestro amor como familia y recordar de alguna manera nuestra historia. Te amo mucho, los amo mucho! <3
Leerte ufffff que viaje más profundo
Al corazón, a la raíz, al sentir, al ser , a la vida, al amor, al olor a café .
Grande mi Mari bonita 🫶🏼
Marce una vez más gracias, por conectar, por leer, por viajar conmigo a través de estos pequeños textos; gracias por abrirme la puerta en tu corazón para volver a nuestras raíces.