Crónica personal
¿Por dónde empezar, cuando lo que tienes que decir está entre escombros y barro? Aun así, hay que hacerlo.
Han pasado muchos días desde que la DANA arrebató cientos de vidas, irrumpió en la tranquilidad de nuestras casas, arrastró miles de coches. En segundos se nos nubló la vida, en días se nos quitó el sueño, y sí, algunos se olvidaron de soñar. cualquiera que haya visto una película de guerra asemeja esta situación como tal: el ambiente, el desespero, la incertidumbre, la decepción y la negligencia. Todos queremos levantar cabeza, volver a ver con vida este pequeño terruño que nos acoge a tantos. Paiporta, o cualquiera de los pueblos que pasamos por este suceso es la raíz y el mundo de muchos, tenemos una herida abierta que costará sanar muchos años; nos recordó que no hay poder sobre la naturaleza, que solo hay poder sobre el hombre. No podemos decir que, naufragamos sobre el fango porque su espesor nos retiene. Igual que a nuestra vida misma, aquí y ahora.
Cementerio de coches, algunas ilusiones y, sobre todo, planes. Aquí no hay futuro no porque no podamos sobreponernos a todo esto, sino porque nos convertimos en sobrevivientes al día a día, nuestra mente también se inundó. No hay que ver cifras para saber todo lo que el agua se llevó. Pero también trajo hasta aquí cientos de personas con consuelo para el alma y nos dio la oportunidad de reconocer lo bonito de lo que es ser humano. La naturaleza haciendo lo suyo llevándose cosas, y quizás, por misericordia trayendo otras. Es su ley.
Las palas despejan más que los bajos y el pantano: de alguna manera estamos paleando en nuestra vida, buscando la claridad en medio de todo el barro… ¿Qué claridad? Volveremos a tenerla, aunque pisemos el suelo, podemos ver al cielo que aunque hoy parece enemigo de esta tierra, paradójicamente nos trae silencio y tranquilidad.
Hablo desde el privilegio, que me hace sentir culpable porque no perdí mucho, pero me desestabilicé. ¿Cómo lo llevan quienes lo han perdido todo? No tengo cara para preguntarlo, y una vez más me siento más frágil que el resto por no saber gestionar lo que siento. ¿Quién soy yo para quejarme, cuando apenas perdí algo? ¿Cómo reconozco mi propio dolor frente al de quienes lo han perdido todo? Me duele la espalda como si llevara por horas botellas de agua a cuestas, pero ¿cómo se sentirán quienes sacan el barro día y noche? Me siento culpable por ser débil. Llevo días intranquila, con miedo de perder mi trabajo y no cumplir con la responsabilidad suficiente. ¿Con qué derecho? ¿Crees que quienes perdieron los negocios que sustentan sus vidas hoy duermen? ¿O puedes imaginar la incertidumbre de quienes no saben nada de sus seres queridos desde hace semanas? Qué egoísta y mezquina me ha dejado ver todo esto, dudando de mi humanidad.
Aunque falle como humana, el timbre de nuestra casa no ha dejado de sonar. Hemos conocido los rostros de quienes nos rodean, y a miles de kilómetros de los nuestros nos han abrazado amigos y desconocidos. Hemos tenido comida caliente todos los días y no hemos sentido frío. Toda una comunidad nos ha hecho parte de ella. Nuestro querido Paiporta, nuestro hogar, el pueblo que nos acogió cuando cruzamos al otro lado del mundo, cuando dejamos atrás nuestra raíz. Nuestra familia vio nacer la esperanza de una vida mejor en tus calles, y hoy somos nosotros quienes queremos verte renacer.
La vida continúa, pero no sin más. Nos separa un puente de otra realidad, otro ritmo, otra vida. Nos sigue doliendo, nos sigue incomodando; nos obliga a ser resilientes en medio de la oscuridad. Aunque la normalidad de antes no volverá, tenemos la esperanza de encontrar otra que nos permita renacer, con luz y fuerza para honrar a quienes se quedaron en el camino y a quienes nos dieron su apoyo en los días más oscuros.
-Maritza Orozco Rincon / nov 2024 / Paiporta, Valencia
Que reflexión más grande y hermosa gracias por sentirte parte de este entorno y por pensar en una nueva oportunidad para este pueblo maravilloso
Gracias Georgito de mi corazon, por leerlo. Te amo <3
I love it