Empieza el cierre de lo que fue el 2024.
Casi siempre escribo desde emociones que salen un poco de mi control, y con los años descubrí que escribir me ayuda a entenderlas, darles lugar y dejarlas fluir. Hoy quiero navegar en la gratitud; es lo que siento cuando miro sobre lo que ha significado para mí esta temporada, que parece el final de un largo invierno.
Me parece increíble que entre estas dos palabras solo haya una letra de diferencia, pero dos temporadas en el medio, quizás las más bonitas, tan diferentes y parecidas. Como el contexto podría ser muy amplio, voy a resumirlo en que, desde mis diecinueve hasta los veinticinco años, mi vida fue una montaña rusa, sin control de mando, subiendo y bajando; a veces bajando, bajando y bajando, para darme cuenta de que no había un fondo, que nuestro ser puede ser muy profundo y que es normal que en esa profundidad haya partes donde no llega la luz. En esos rincones nuestros se esconden cosas que creemos que no nos habitan, pero están.
¿Cómo sobrevives en un mar rodeado de animales que te quieren comer? Tienes que conocerlos. Los animales tienen instinto y saben dónde se les abre la puerta de manera genuina. Así que, por eso, toma tiempo, porque realmente tienes que enfrentarlos, comprenderlos o dejar que te devoren.
Navegarán por el resto del viaje, cerca o lejos, pero lo harán porque se hacen parte de él. Esto es realmente una metáfora simple, al invierno que viví. Sí, para mí ya es pasado. No tengo el control de todo lo que pasa ahora en la montaña rusa de la vida, o en el océano que realmente somos, sino porque me he aprendido a mover en ellos. He aprendido a tomarme el tiempo. Realmente, nunca podremos tener el control.
He llorado mucho, porque mi alma me lo pide para poder seguir, y qué bonito puede ser permitirse llorar. Lo he dejado todo y ha sido un lujo poder hacerlo aunque con miedo, porque siempre se siente miedo, para lo bueno y para lo malo, cuando es algo nuevo.
He tenido la fortuna de ser humano, y tú dirás: «Yo también soy un ser humano», y tienes toda la razón, pero es un lujo ser humano, poder sentir con libertad, amar, odiar, desear, gritar en el inmenso o pequeño mundo te mire, porque siempre te van a ver, pero que sigas siendo un ser humano.
¿Qué hay de la gratitud?
Me he caracterizado por ser desagradecida, ante Dios, el universo, muchas personas e incluso conmigo misma. No me siento especialmente orgullosa de ello, pero como cuando tienes la libertad de crearte a ti mismo, puedes construir en ti. Hice un curso de gratitud para aprender a agradecer por lo que he tenido, por lo que tengo y por lo que tendré, por lo que me han dado otros, por lo que he dado a otros, por lo que ha llegado y por lo que se ha ido.
Desde entonces a mi Journaling se le han sumado páginas para agradecer por todos y por todo, cada día soy un poco más consciente de que todo es una bendición.
He recordado muchas cosas y personas a las que les tengo gratitud. También han llegado otras cosas especiales, no materiales, aunque también han llegado. Hablo de momentos y circunstancias que te dan vida y otras que te la quitan, de nuevos sueños y el derecho a vivirlos.
¿Cómo que el derecho a vivirlos? Asumo que, cuando vienes aquí te dan ese derecho, pero muchas veces la sociedad, la cultura, el contexto o tú mismo te lo arrebatan, para encerrarnos en una burbuja en la que realmente nos sentimos cómodos. Quizás sea necesario para empezar a crear y vivir la vida que queremos, es por lo que más agradezco, es un acto de valentía.
¿Qué sueños he cumplido? Parece mentira que esta campesina de aquel rinconcito precioso de Colombia, llamado Quindío, haya pisado lugares inimaginables para ella, haya conocido la ciudad de sus sueños y recorrido sus calles hasta tener ampollas. Ha disfrutado de un concierto increíble. Ha vuelto a la vida para la que parece haber nacido, rodeada de cine, arte, libros, música, gente que ama y la ama. O quizás siempre lo ha tenido pero nunca lo había visto desde esa perspectiva.
Tengo la fortuna de seguir en la vida aprendiendo, bailando y disfrutando de mirar al cielo, de las cosas simples, de escribir con libertad cuando me causa dolor para sanar, poner la música que prefiero para ambientar y recordar ese momento, sin pensar en opiniones, y saber decir ‘no’ cuando considero que es un no. Esta temporada cierra con el regalo de caminar la vida que soñé durante tanto tiempo, con gratitud infinita, fluyendo hacia lo que hoy sueño, y con la convicción de que ese mismo camino me lleva al jardín de la primavera. Y bueno en el ciclo de la naturaleza, volverá algún verano que luego volverá a ser invierno y que sería de mi arte sin que así fuera la vida.